Tras los pasos de Frida Kahlo: ¿Cómo está cambiando la vida de las mujeres en la Ciudad de México?

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En cualquier discusión acerca de los cambios en la vida de las mujeres en la Ciudad de México, hay un nombre ineludible. Descrita como “la artista femenina más famosa en la historia” por la Tate Modern, el ascenso de Frida Kahlo a ícono internacional ocurrió medio siglo después de su muerte. Pero su importancia como figura clave del feminismo en México, se refleja en la abundante afluencia de mujeres (y hombres) que siguen visitando La Casa Azul, su antiguo hogar de paredes azul cobalto, ubicado en Coyoacán.

En la mañana en la que visitó la casa (que en 1958 se convirtió en el Museo Frida Kahlo), me encuentro con un trio de mujeres estudiantes de docencia que vienen de Vancouver, Canada, quienes reflexionan sobre una pintura de Kahlo de 1932 titulada Hospital Henry Ford, que con distintiva honestidad y franqueza retrata el aborto espontáneo que ella vivió mientras se encontraba en Detroit.

“Creo que muchas mujeres no hablarían de eso, es un tema tabú,” dice Danielle Logan, sobre el autorretrato rojo sangre, “Todavía, en la actualidad, muchas mujeres tienen un estigma alrededor del tema del aborto. Frida es la primera en retratarlo de manera artística, y así volver el tema accesible para un grupo amplio de personas.”

“Miras la pintura, y miras lo que Frida sentía,” dice Emily Nickason, amiga de Logan. “Hay tanto estigma en estos temas; es muy importante que ella lo haya convertido en arte. Nos dice que está bien que sintamos lo mismo.”

Para las mujeres con las que hablo en el museo, Kahlo representa valores de “empoderamiento”, “libertad”, “independencia”, “honestidad” y “ser auténtico con uno mismo”. En las palabras de Hilda Trujillo, directora del museo, “Frida hizo lo que quizo. Fue valiente en una sociedad muy conservadora. Las mujeres jóvenes de hoy se identifican con ella; encuentran una fuerza en ella y se identifican con esa fuerza.”

Con una película de gran producción basada en un best-seller de su vida, una venta de $5.6m de dólares que batió record para una obra de arte Latinoamericana, devotas como Madonna e Isabella Rossellini, Kahlo se ha convertido en un ícono de la cultura del siglo XXI. Sin embargo, después de su muerte en 1954, ella era aún poco conocida fuera de México. Su ascendente importancia en las últimas tres décadas es quizás debido a la naturaleza misma de su vida , y la manera íntima en la que documentó los retos que vivió como mujer y como artista.

Conocí a Giselle Peña, cuya razón principal para venir a la Ciudad de México desde San Diego era visitar la casa de Frida con sus hijos Mercedes y Xavier. “Aunque esperaría que México no fuera tan conservador como antes, lo sigue siendo,”dice Peña. “Creo que las mujeres todavía son educadas para servir al hombre, y ser los pilares de una familia, todos presionan a la mujer.”

Peña me dice que ella quería especialmente visitar la casa de Frida con su hija, porque ella no había tenido la oportunidad de discutir estos temas con su madre. “En la sociedad, las mujeres son enseñadas a no expresarse abiertamente, a guardar compostura y tener cierta pena de su vida porque así se supone que debe de ser. Pero Frida no hizo nada de eso.”

Para Myriam Ramos, estudiante de psicología, quien también trabaja para la ONG Católicas por el Derecho a Decidir existen ciertas maneras en las que la ciudad ha cambiado positivamente para las mujeres. “Han habido mejoras en las leyes, como la descriminalización del aborto en la Ciudad de México,” dice ella. “Las mujeres todavía tienen que vivir los estigmas y presiones de su familia si deciden abortar, pero por lo menos ahora tienen acceso a procedimientos limpios y seguros, mientras que mujeres fuera de esta ciudad todavía corren enormes riesgos al tomar esta decisión.”

La actriz Maya Zapata concuerda: “Han habido algunos cambios en las actitudes hacia las mujeres en la Ciudad de México, y espero que éstas influencien al resto del país, las ciudades son catalizadores de pensamientos progresistas que se pueden esparcir al resto del país.”

Sin embargo, muchas de las experiencias en la Ciudad de México siguen siendo problemáticas para ambas mujeres. “Hay todo un mundo de diferencia entre zonas adineradas y zonas pobres de la ciudad,” dice Ramos. “El otro día, salí con unos amigos a una zona de clase media alta. Era un día caluroso, y me puse un vestido corto, me sentía muy cómoda, no tuve ningún problema durante el día. Pero en el transcurso de regreso a mi casa en el camión (vivo en una zona no adinerada de la ciudad), inmediatamente me empecé a sentir incomoda. Dos hombres se subieron al camión siguiendo a dos mujeres jóvenes que vestían mallas ajustadas, y las estuvieron molestando. Cuando ellas se bajaron, ellos se movieron de lugar hacía donde yo estaba y empezaron a decirme de cosas.”

“Me acuerdo que cuando tomaba el transporte público en la preparatoria no era una experiencia agradable. Los camiones estaban muy llenos y siempre terminabas apretada y toqueteada, era como ser abusada en público, y nadie decía nada, ni las otras mujeres. Habiendo vivido eso, ahora no quiero perder lo que hemos ganado, entonces lo defiendo, pero al defenderlo recibo muchos insultos.”

Zapata, también es consciente de que tienen que suceder más cambios: “Mi madre, se volvió actriz por azares del destino después de trabajar primero en el departamento de vestuario en Televisa. Pero porque era una mujer morena procedente de una clase social baja, solo se le permitía interpretar papeles de sirvientas; no la dejaban hacer nada más. Eso es algo que ha cambiado muy poco: el color de piel determina toda tu vida. Quizá hay un poco de más conciencia, pero sigue estando muy presente.”

“Si hablamos de clases sociales, hay un enorme sector de la población que no es representado para nada en los medios, los que tienen poco dinero y son de un tono de piel oscuro. Como actriz, he notado que este tipo de discriminación es aún peor cuando eres mujer; porque el sistema además nos obliga a usar nuestra sexualidad. He intentado hablar en contra de esto, pero me han llamado ‘feminazi’ o ‘feminoide’, toda clase de nombres.”

Nacida en 1907 en Coyoacán, Frida Kahlo era una voz marginalizada por muchas razones: era mujer, discapacitada, después de que la polio en su infancia la dejó con una pierna dañada, hija de un migrante y de descendencia indígena (su madre era una Católica devota de descendencia española e indígena, y su padre un inmigrante Húngaro-Alemán) y fue desde estas limitaciones que ella encontró su libertad para romper todas las reglas y ser congruente con ella misma.

A los 18 años Frida tuvo un accidente en el que casi muere. Un tranvía chocó contra el camión en el que viajaba, un tubo de metal perforó su abdomen, fragmentando su pelvis, fracturando su columna vertebral y una clavícula, dejando su ya dañada pierna, rota en 22 partes.

Durante su vida se enfrentó a más de 30 operaciones, se volvió dependiente a medicamentos y alcohol para controlar el dolor. Pero quizás la consecuencia más devastadora del choque fue su inhabilidad para tener hijos. Los primeros años de su matrimonio con el preeminente muralista y pintor Diego Rivera fueron marcados por varios abortos espontáneos, que ella documentó con una honestidad que sigue siendo extraordinaria incluso en nuestra época.

Rivera describió a su esposa como “la primer mujer en la historia del arte que trató con absoluta honestidad y sin compromisos, se podría decir incluso con una crueldad impasible, los problemas generales y específicos que afectan a las mujeres”. Quizás es porque el arte de Frida nos revela las capas más profundas de su ser, expresando su auto-descubrimiento de una manera directa y visceral, que su mensaje es universal para una sociedad moderna obsesionada con mostrarse.

“Kahlo debió haberse sentido vulnerable en su lecho, pero en sus retratos ella tiene el poder,” una de las estudiantes Canadienses me dice. “El poder sobre su propia imagen, cómo el mundo te ve y te entiende; ese poder estaba en sus manos.”

Para Iris Salazar, estudiante de ingeniería industrial, Kahlo es “un ícono para hombres y mujeres. Ella hizo lo que quizo, se vistió como quizo, reclamó su herencia como ella quizo. Su manera de vivir es algo a lo que todos aspiramos; hacer nada excepto lo que uno quiere hacer. No conozco una mujer e incluso un hombre, que no quiera ser un poco como Frida.”

Trujillo dice: “Frida representa la dualidad de la naturaleza humana. Escribía de manera muy bella pero era muy mal hablada, está llena de contradicciones. Se ha vuelto un símbolo de la mujer moderna, no respetó las convenciones sociales, hizo lo que quizo. Representa los valores de las mujeres contemporáneas; es libre, independiente y no se doblega ante nada.”

Sí esto es cierto entonces la pregunta es, ¿Ha seguido algo de su ejemplo, la ciudad donde ella nació y pasó la mayor parte de su vida? Ramos lo duda: “Hay una gran campaña ahora para vender a México, y la Ciudad de México en específico, como un gran destino turístico. Es la ciudad más moderna de Latinoamérica, pero también es la más pobre, entonces todo ha sido un show sin realmente enfrentar los problemas reales.

“Han habido cambios positivos, como el matrimonio igualitario, secciones solo para mujeres en el transporte público, sin embargo yo he tenido muchas discusiones con hombres que se sientan en esa sección y no quieren moverse. Muchos se vuelven agresivos verbalmente y yo solo les digo, perdón esta no es tu sección”.

“Los hombres tienen dificultad en ver a las mujeres como iguales y darles su lugar, especialmente en los sectores bajos de la economía, como en donde yo vivo. Las reglas que existen aquí para las mujeres están muy arraigadas en la sociedad, y en las familias de estas mujeres que las presionan. ¿Te imaginas a la familia de Frida ejerciendo presión sobre su decisión de vivir en una casa separada a la de su esposo? Ese es el cambio que estoy esperando, el cambio en la mentalidad de la sociedad”.

Camilla Brett es asesora en arte y cultura. Dirige y produce teatro; recientemente fundó Próspero Teatro México. Traducido por Jerónimo Best.

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